Con un poco de retraso pero aquí viene la crónica.
El miércoles a las 11.55pm cogí el autobús Madrid-Pontevedra, que llega “enseguidita” a Pontevedra, a las 7.30am del Jueves. ¡Qué alegría ver a mi Laurita! Lleva tan sólo unos meses trabajando en una farmacia en Pontevedra, pero se la ve feliz. Estuvimos charlando un rato y después dormimos un poco más. Pronto tocó levantarse y darle una vueltecita a la ciudad.





Calles de piedra gris, como el cielo, pero todo muy cuidado, cada detalle, y muy limpita.
Al mediodía comimos en la plaza de la madera, por supuesto, probé el pulpo a la gallega. De tapas, todo riquísimo.
Por la tarde fuimos a ver San Xenxo, una playa píjisima – ideal de la muerta – donde veranea ella.

Y después casi anocheciendo, a Combarros, un pueblo pesquero, de callecitas ridículamente estrechas (una persona en cada sentido) que da directamente al mar, si bajas andando por las calles te acabas pudiendo mojar los pies (si la marea no está tan baja). Es uno de los pueblecitos pesqueros más bonitos que he visto.


